Actualmente está muy extendido el uso del término Ebitda y, sin embargo, no muchos podrían explicar su significado, su utilidad y sus limitaciones. Ante esta realidad me parece oportuno que recordemos para qué sirve y para qué no sirve, con el propósito de evitar caer en algunos errores en su aplicación.
Por Jorge Arbulú (*)
El Ebitda, o Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation and Amortization, se obtiene a partir del estado de pérdidas y ganancias de una empresa: es la utilidad antes de descontar los intereses, las depreciaciones, las amortizaciones y los impuestos. Por ser una cifra obtenida a partir del estado de pérdidas y ganancias, parece conveniente utilizarlo como un indicador de la rentabilidad del negocio, es decir: al prescindir de cuestiones financieras y tributarias, así como de gastos contables que no significan salida de dinero, se podría utilizar comparativamente para evaluar resultados, ya sea dividiendo dicho término entre la inversión realizada o entre las ventas hechas en un período de tiempo. Este análisis se puede hacer de dos formas, la primera haciendo una comparación entre varias empresas: lo que constituiría una forma de análisis horizontal o, comparando los resultados de la misma, en diferentes momentos del tiempo: lo que se conoce como un análisis vertical. A mayor ratio, estaríamos ante empresas que logran una mayor eficacia operativa, logran mejores resultados; ya sea por sol invertido o por sol vendido.
La bondad de esta medida de resultados es que al prescindir de cuestiones financieras y tributarias, así como de los asientos contables de depreciación y amortización, se puede medir el resultado al margen de las circunstancias que podrían darse en determinadas empresas y por razones de distinta índole: como una financiación blanda, tratamientos fiscales específicos, diferentes formas de depreciar contablemente… etc.
Sin embargo, al calcular el Ebitda podríamos pensar que hemos llegado a un número que refleja de algún modo el flujo de caja del negocio, y esta es precisamente la confusión que se encuentra muy arraigada en el ambiente empresarial.
En principio es verdad que al no considerar los efectos tributarios y financieros estamos ante flujos que provienen de la operación; con más razón todavía si se prescinde de los gastos de depreciación y amortización, lo cual es verdad, pero no toda la verdad: ya que es solo una parte del flujo de caja: el que surge precisamente del estado de pérdidas y ganancias, pero faltan aquellos flujos que se derivan de la variación del capital de trabajo. Es decir, si partimos del estado de pérdidas y ganancias, consideramos unas ventas que no sabemos si ya están cobradas o no; y unos pagos que se hacen que no están considerados en los costos allí recogidos y que se pueden calcular conociendo el incremento de existencias que ha habido y la variación de los saldos de proveedores en el período considerado. Estos dos elementos, como cualquier variación adicional de activos y pasivos corrientes, se puede considerar conjuntamente en la variación de capital de trabajo. Además, hay que considerar los flujos de inversiones en activos fijos previstos para los próximos años, los que me permitirán seguir consiguiendo esos flujos futuros.
Esta consideración del Ebitda como flujo, además de errónea, por ser solo una parte de él, es peligrosa, porque al ser considerado como el flujo total de dinero que genera un negocio puede llevar a los directivos a tomar decisiones equivocadas y porque no representa el verdadero potencial de valor de una empresa determinada. Este surge precisamente de la posibilidad real y la habilidad de sus directivos para generar caja ahora y en el futuro, al no considerar los flujos de inversión en capital de trabajo, y en las inversiones de activo fijo podríamos estar prescindiendo de la factibilidad de esos flujos futuros.
Resumiendo el uso del Ebitda como el de otras medidas financieras, podría ser apropiado dependiendo de qué es lo que examinamos. Los expertos todavía no encuentran una única medida para responder a todas sus interrogantes, mientras tanto puede ser arriesgado depositar demasiada confianza en una sola.
(*) Profesor del PAD-Escuela de Dirección de la Universidad de Piura.